Volvemos sobre un tema que, un par de años atrás habíamos desarrollado en profundidad, en oportunidad que en el club se hablaba sobre la reforma estatutaria.
La gran pregunta es: ¿Debe un club manejarse como una empresa?, o dicho de otra manera, ¿Es asimilable aplicar las bondades de la gran cantidad de teoría y práctica sobre organización empresaria a una asociación civil del tamaño y la estructura actual de Temperley?
Opinamos que en algunas cosas si, en otras no y fundamentalmente, debe hacerse con posterioridad a un reordenamiento normativo e institucional.
Vayamos por partes.
Los fines difieren. Una empresa, por lo general tiene como fin casi exclusivo el lucro. Una asociación civil, del estilo de Temperley tiene varios fines, metas sociales, servicios a los socios, logros deportivos etc, pero para cumplimentar estos fines, mantener su infraestructura acorde etc. necesariamente debe buscar el lucro o, al menos, el equilibrio económico.
¿Cuál debe ser el fin prioritario?, sin dudas aquel que sus socios decidan.
Aquí viene la primera dificultad para aplicar “criterios empresarios” en un club. Por lo general en empresas exitosas cada uno de sus funcionarios (directores, gerentes etc.) tiene muy claros los fines de los dueños de la empresa y los cambios de timón son consensuados. En clubes como Temperley, antes cada dos, ahora cada tres años los socios expresan su voluntad de cambio o continuidad, solo a través de un voto y una vez al año aprobando el balance de una gestión. Nunca en la historia reciente del club, se consultó a los socios sobre una obra, la aplicación de un dinero importante o la inversión o gasto en una campaña deportiva. Se pide la participación o colaboración de los socios, solo cuando las papas queman (vengan a trabajar, ayuden, compren la rifa, paguen la cuota etc.) nunca se participa a los socios a la hora de las decisiones. Este es un mea culpa que deben (debemos) hacer todos aquellos que alguna vez tienen o tuvieron responsabilidad dirigencial.
Durante esos dos o tres años de mandato las comisiones directivas actúan casi como si fueran los dueños absolutos de la verdad y del propio club. Gestionan, hacen y deshacen, compran, venden, construyen, contratan, endeudan y amortizan. Todo sin control, ni participación y en algunos casos sin la adecuada información. Con el agravante que sin oposición seria u organizada, se van a cumplir diez años sin elecciones. Por ende, levantar una mano en una asamblea anualmente se convierte para un socio del club en la firma de un cheque en blanco a ciegas y sin rendición de cuentas.
Cualquiera que haya trabajado en una empresa, medianamente seria, sabe que en las mismas esta situación es diametralmente opuesta. Las decisiones que toman los directores y gerentes deben seguir a rajatabla los fines de los propietarios o accionistas. A tal fin deben rendir en forma casi permanente cuentas sobre ello y si son descubiertos violando esta premisa, salen violentamente eyectados sin más trámite.
Por ende, para aplicar las bondades de la organización empresaria, sin dudas se debiera adecuar el Estatuto del Club, y redactar un reglamento que haga mucho mas participativas a los socios todas aquellas decisiones de fondo del club.
Otra premisa es la organización interna.
¿Uds. se imaginan un equipo de fútbol donde solo dos o tres jugadores tienen el puesto asignado, y el resto deben tratar de hacer lo que puedan y donde sea?
¿Uds. se imaginan una empresa donde haya solo dos o tres personas con puesto y tareas específicas y el resto que “den una mano en lo que puedan”?
Bueno, de acuerdo al Estatuto de Temperley mas o menos es así como debe funcionar el club.
Un presidente con tareas específicas, un secretario con tareas específicas, un tesorero con tareas específicas, en menor medida un “secretario de actas” con alguna tarea aleatoria específica y poco mas. Los demás miembros como dicen los vendedores de La Razón es “a voluntad”. Tradicionalmente hay quien va a AFA, otro que maneja el fútbol pero en ninguno de los casos con obligación estatutaria. Los prosecretarios y protesoreros deben “ayudar” o “reemplazar cuando no están” y los vocales votar en comisión directiva. ¿Puede un club funcionar como una empresa con esta organización?, decididamente no.
Antes de hablar de idoneidades, antes de establecer cualquier otro criterio, el Estatuto del club debiera exigir un funcionamiento, estilo organigrama, en el cual cada uno de los miembros de Comisión Directiva tenga una tarea específica asignada y rinda cuentas por la misma. No mas directivos de relleno, no mas miembros que solo están para levantar la mano o ir a los partidos de visitante con carné de dirigente, no mas organizaciones donde entre tres o cuatro se cocinen todos los estofados.
Si cada uno de los 22 miembros (o la cantidad que se decida) de Comisión Directiva tuviera una tarea específica por estatuto, y las mismas fueran conocidas a priori, cada lista de candidatos al conformarse necesariamente debiera elegir gente con la idoneidad y voluntad de trabajo acorde a cada tarea que se llevará a cabo, por otra parte las responsabilidades se encontrarían mucho mas repartidas y de esta manera el Presidente sería un verdadero CEO, los vicepresidentes su Staff de decisión, los integrantes de la Mesa Directiva el cuerpo gerencial y el resto de los miembros de la CD, los jefes a cargo de cada una de las áreas de interés del Club.
Incluso el Estatuto debiera prever que, aquel gerente o jefe que no cumple con su tarea de acuerdo a lo requerido, pueda ser reemplazado.
En las reuniones de Comisión Directiva, cada uno rinde cuentas y se vota sobre las tareas importantes. En reuniones periódicas, los socios o su Asamblea de Representantes, aprueba esta gestión. Todo mas claro, todo mas cristalino y todo mas directo.
A partir de allí, con esta organización implementada recién podemos hablar de criterios empresarios y demás cosas.
En notas posteriores desarrollaremos algún otro punto sobre este tema e invitamos a todos aquellos que deseen escribir sobre esto, nos manden la nota al correo y se la publicamos en esta sección.
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