La breve fama de un tal Dante
Por: Pablo Llonto. El título más citado por los periodistas deportivos es uno que brilla sobre las amarillentas páginas que lo vieron nacer en 1967. “Fútbol. Dinámica de lo impensado”, fue publicado en doscientas cincuenta páginas que finalizan con una sentencia que invita a reelerlo: “este libro no sirve para nada”.
La sospecha de la falta de lectura de Dante Panzeri es tan grande como la cantidad de veces en que jóvenes y veteranos cronistas siglo XXI recurren a “la dinámica de lo impensado” para explicar el talento de Messi, ciertos resultados asombrosos o los partidos que escapan a la lógica del aburrimiento.
Murmurar a Panzeri
Pero, es que ¿sabemos quién fue Panzeri?
En los diecinueve capítulos están escritos reclamos y reflexiones que confirmarían que a Panzeri se lo invoca levemente ( tan sólo para repetir: “como decía Panzeri el fútbol es la dinámica de lo impensado”) sin que alguien exija su estudio.
En los diecinueve capítulos están escritos reclamos y reflexiones que confirmarían que a Panzeri se lo invoca levemente ( tan sólo para repetir: “como decía Panzeri el fútbol es la dinámica de lo impensado”) sin que alguien exija su estudio.
La teoría Panzeri, aquella que insistía en que “al fútbol profesional se lo salva desalentando su materialismo”, o la que reiteraba citas de un Alfredo Di Stéfano versión 1964 (“un director técnico que sepa de fútbol puede colaborar a lo sumo en un diez por ciento para conseguir un triunfo…el sistema de juego no existe. Es un invento de los que no entienden de fútbol”), merecen que alguien termine con tanta ignorancia.
Panzeri cuestionaba la necesidad de los directores técnicos en el fútbol (hoy sentiría asco por la millonada que exigía Ramón Díaz). Panzeri simplificaba el reclamo máximo a tres verbos: “ al fútbol de hoy le faltan tres cosas, dirigentes, decencia y wines”. Panzeri estimaba que el futbolista de cuatro décadas atrás ya no se divertía. Panzeri creía que “la concurrencia” de su época estaba conformada por “enfermos” que iban a “ver ganar y no a ver jugar”.
Pero Panzeri además, trataba de vivir como pensaba. Por eso su periodismo buscó escapar a las adulaciones (a veces sin fortuna), puso fervor en las investigaciones y dijo lo que nadie se atrevía. La metodología de Panzeri fue la crítica profunda. ¿Seríamos algo sin él?
Las obras completas de Panzeri, aún sus confundidas palabras sobre ciertos ídolos y sus compartidos desvaríos políticos, deberían enseñarse en las redacciones. Sus libros, las páginas de El Gráfico que dirigió en los 60, la sección Deportes de La Prensa en 1977, las columnas en El Día de La Plata.
Es una lástima que la inmortalidad de Panzeri haya sido ganada solamente por el título de un libro, el puntual recuerdo de Diego Bonadeo o las evocaciones de Gustavo Veiga.
Al comenzar octubre, cuando el tiempo de los periodistas se consume en exagerados adjetivos para los Pumas y en la ilegítima adjudicación del triunfo de Newell’s sobre Boca al entrenador Caruso, Panzeri es más válido que antes.Quizás al leerlo, intercalarlo o extraerlo de un archivo, los muchachos del 2007 anhelarían imitarlo.
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