jueves, 13 de diciembre de 2007

Por los amigos de mis enemigos de Caño Celeste

Esta es una historia, como todas, con realidades, fantasías, verdades, afirmaciones no tan ciertas, mitos, certezas y exageraciones. Estará en la habilidad del lector, adivinar cual es cada caso. Luego de escribirlo, no logro determinar bien la diferencia.

El 14 de Mayo de 1969 la familia Amalficele estaba convulsionada Roberto, clase media trabajadora, tomó su Fiat 600 en su modesto taller y fue volando hasta una pequeña Clínica de Temperley desde donde le habían avisado que Celia, su esposa estaba en avanzado trabajo de parto. Pese a la corrida, llegó a la clínica casi al mismo tiempo que su nuevo hijo.

LEJOS DE ALLI...

El hombre era muy mayor, si bien mostraba la misma vitalidad que alguien con varias décadas menos de edad, en sus huesos, ya los años le pesaban. Miró su preciado banderín velezano y cerró los ojos. No quería morir pues sentía que todavía tenía mucho para dar en este mundo, sin embargo con pesadumbre aceptaba que el paso del tiempo tenía un avance inexorable y por ende su ciclo vital, en algún momento debía finalizar. Sin resignación, resistiendo hasta el último instante, abandonó su cuerpo, pero no el mundo.

El bebé lloraba junto a otros en la Nursery, llevaba pocas horas de vida, la enfermera trataba de repartir su tiempo entre los cuatro niños en forma equitativa, sin lograrlo. A sus espaldas, por la ventana una brillante luz ingresó en la forma de una esfera luminosa semitransparente y estalló en el rostro del sorprendido bebé haciéndolo estremecer. La enfermera no pudo reprimir una sonrisa cuando, al menos, uno de los pequeños se había calmado. Se volteó para observarlo y le llamó la atención que tras la turbia mirada del recién nacido, pudiera ver algo parecido a fuerza y determinación, como si controlara el llanto voluntariamente. Se dijo que tal cosa era imposible a tan temprana edad, y prosiguió con sus tareas, ahora repartidas solo entre tres berreantes criaturas.

Roberto observaba a su esposa descansando. El parto había sido complicado, pero afortunadamente corto. Con lágrimas de emoción había ver a su primer hijo a través de una ventana en los brazos de una enfermera. Hubiera querido llamarlo Marcos, al igual que su Padre o Roberto como El, pero finalmente lo bautizarían José como el abuelo de ella, un nombre que a ambos, sin poder explicarlo, los dejaba conformes y satisfechos.

El Jardín de infantes era el tumulto de siempre cuando los chicos dibujaban. Todas las mesitas eran un caos de crayones rotos, hojas manchadas, chicos que se encimaban unos a otros para dibujar a los gritos. La diferencia estaba en la mesa de la ventana. En ella, los crayones estaban en el centro de la mesa, ordenados por color y tamaño, los niños, respetuosamente, tomaban los colores de a uno, no sin antes dejar en el lugar apropiado el lápiz que dejaban de utilizar. Uno de los niños vigilaba, ceñudo y reconcentrado en su tarea que el resto cumpliera con el orden. Era el mismo que había “negociado” con una niña de la salita amarilla intercambiando unos crayones pues sostenía que tenían colores más brillantes. La maestra meneó la cabeza con una sonrisa. La precocidad de Josecito no dejaba de sorprenderla.

La escuela primaria y el colegio secundario fueron trámites sencillos para José a quien ya todo el mundo conocía como Pepe. En ambos casos logró adelantar un año respecto a sus compañeros recibiendo al finalizar la medalla de oro por el mejor promedio. Fue el capitán deportivo y de ciencias en cada uno de los años de curso habiendo sido elegido por sus propios compañeros. Del mismo modo fue el delegado para hablar con los profesores, cada vez que surgía un problema. El “aura” de Pepe para intermediar le hizo ganar una gran estima y reputación respetada por igual por profesores y alumnos.

Fue casi natural que siguiera la carrera de Administrador de Empresas. En apenas cuatro años, a los veinte de edad, obtuvo el título universitario. En sus primeros cinco años como profesional se abocó de lleno a triunfar. Fue escalando posiciones hasta lograr la vicepresidencia en una de las empresas más emprendedoras e innovadoras del país en la cual finalmente lo asociaron. A los veinticinco años se casó y a los treinta ya tenía los tres hijos planificados.

Si bien dedicaba el tiempo adecuado a su familia, fuera de las doce horas diarias en las cuales se encontraba absorbido por su trabajo, su único vicio era ir a ver al Celeste. Dado que no era afecto a leer las secciones deportivas de los diarios, ni mucho menos a escuchar la radio, había delegado en su secretaria que le informara día, hora y lugar de cada partido. Allí se quitaba el traje y la corbata, se ponía la camiseta del torneo que correspondiera y se sumaba a la tribuna para sufrir, como uno más.

Las campañas deportivas se sucedían, Pepe partido a partido comprendía que aquello que había comenzado como un pasatiempo, se había transformado en sufrimiento. No podía comprender el motivo de tantas desgracias juntas. Las conclusiones de sus compañeros de tribuna eran concluyentes “Falta capacidad dirigencial”. Con su vida resuelta, su familia encaminada y con la posibilidad de tomarse un año sabático, Pepe decidió tomar cartas en el asunto. El iba a solucionar los problemas del Club.

Arregló las cosas en su trabajo para manejar todo desde su casa y a través de su padre obtuvo un nombre para ir a ver en el Club y comenzar su tarea, era Carlos Peñalba, el vecino de un amigo de su padre, ex directivo quien alegaba conocer a mucha gente. Acordó para encontrarse en el Buffet y allí fue con toda la esperanza e ilusión

Peñalba era un hombre agradable. Lo recibió en una mesa junto a “Tito” Mujica un veterano de mil batallas quien le comentó que alguna vez había detentado el cargo de tercer vocal suplente. También le cayó bien a Pepe por su simpleza. Le comentaron con detalle todos los problemas que, a juicio de ellos, tenía el club. Tomó nota mentalmente de cada uno de ellos y comenzó a diseñar estrategias y a plantear soluciones. No eran cuestiones simples pero, comparadas con las que debía resolver diariamente en su empresa, no presentaban grandes dificultades.

Levantó la vista y comenzó a recorrer las caras en las otras mesas. Llamativamente de varias de ellas lo miraban con una mezcla de asco y odio. Era la primera vez que pisaba el club, y no creía haber visto a ninguno de ellos en la tribuna. En ese momento pensó que era la natural desconfianza a la persona desconocida. Minimizó la situación y la quitó de su mente.

Trabajó varios días en su computadora, hizo algunos llamados y obtuvo las respuestas deseadas. Los problemas eran más sencillos de resolver que lo que suponía. Diseñó un plan de acción. En escasos seis meses todo estaría encarrilado y en un año, a lo sumo en dos, el Club sería una entidad con servicios a los socios de excelencia y con excedentes financieros como para mejorar sus campañas deportivas. Se sentía eufórico. Podría volver a disfrutar en la tribuna con los resultados positivos.

Armó su proyecto con gráficos y lo redactó en un lenguaje simple para que cualquier mortal pudiera entenderlo. Hizo cuatro copias, las hizo anillar con una brillante tapa celeste y se fue para el Club. Fue directamente a la Secretaría. Preguntó por Ramírez, de quien le habían dicho que era el Vicepresidente, y a la vez el hombre fuerte del club. Era la persona por quien pasaban todas las decisiones importantes.

Cuando los empleados lo vieron preguntar por Ramírez, abrieron los ojos con sorpresa. Tímidamente le pidieron que aguardara unos instantes. Salió un hombre rechoncho, de gran papada y ojos porcinos y desconfiados. “¿Que quiere Ud.? le preguntó en forma insolente, sin siquiera hacerlo pasar a la oficina y en medio del pasillo.
Comenzó a explicar sus objetivos cuando el otro lo interrumpió sin dejarlo terminar – “Mire, de Ustedes no nos interesa nada, sabemos como son, así que por favor retírese”, y le cerró la puerta en la cara. Pepe levantó la vista incrédulo y vio dos o tres corrillos de gente que lo miraban mal, tal como había percibido en su visita anterior en el Buffet.
Uno se acercó y le dijo casi gritando - ¿No hicieron ya suficiente daño al Club?. Pepe evaluó contestarle que no entendía nada pero sabía identificar la sensación de una persona que está al borde de la agresión física. Optó por retirarse sin poder creer lo que le había sucedido.
En la puerta, un par de personas con la misma actitud hostil pero más tranquilas lo observaban. Se acercó y sin más trámite preguntó cual era el problema. Tras un par de explicaciones cruzadas, obtuvo algunas respuestas.
- Ud. es del grupo de Peñalba, le dijeron, lo vieron con el hermano en la misma mesa el otro día.
- A Peñalba lo conocí ese día y al hermano ni lo conozco. Alcanzó a balbucear.
Las réplicas eran casi autistas, sin escuchar sus explicaciones.
- Peñalba, del cual Ud. es amigo es el peor enemigo de Ramírez y su grupo fue el que trató de voltearlo en la Asamblea de 1979.
- ¿1979?, ¿pero cuantos años hace de esto? Yo tenía diez años de edad…
- Encima Ud. vino al club de la mano de Mujica. La familia de ese es mala palabra en el club, un tío se robó un juego completo de camisetas en el 57’.
¿Un Tío?, ¿1957??? Ni había nacido…Pepe no llegaba a comprender un absurdo, cuando le tiraban uno todavía peor. ¿Y que tiene esto que ver conmigo?

Nadie lo escuchaba, de adentro del club salió como una exhalación un grupo de los más enojados y, por ello, para evitar males mayores con sus carpetas bajo el brazo debió retirarse.

El enojo y la sorpresa le duraron un par de semanas, pero no era un hombre para rendirse fácilmente. Avanzó con dos de los proyectos más factibles.
Habló con el gerente de publicidad de uno de los grupos que trabajaba con su empresa y obtuvo a través de tres canjes publicitarios, la construcción gratuita de una tribuna para diez mil personas para el club, luego se reunió un par de veces con el dueño de una empresa que le debía varios favores comerciales, y obtuvo la donación con todos los gastos pagos de una cancha de Hockey sobre Césped sintético. Ambas obras necesarias para desarrollo del club, sin costo alguno y con posibilidades de incrementar valor, servicios y ganancias. Era el punto de partido de mucho mas.

Con los proyectos concretados y firmados, logró una reunión con el segundo prosecretario del Club, de quien había recibido referencias que era un hombre bien intencionado y que no participaba en internas.

El hombre, alto desgarbado de mirada triste y algo corto de entendederas, se mostró primero incrédulo y luego, al ver los contratos firmados, visiblemente sorprendido. ¿Y al Club no le cuesta nada esto? Preguntaba por cuarta vez. Pepe con paciencia volvía a explicar todo desde el principio.

Finalmente, el hombre se quitó los lentes y le dijo, “mire Sr. Amalficele, el problema son sus amigos. En este club, nos fijamos mucho en eso, pero este proyecto es muy bueno…”
Parecía que dudaba entre echarlo y seguir preguntando. Finalmente dijo: “Está bien, hagamos una cosa, vaya a verlo a Parenti. Es el que hace La Revista del Club, y tiene un programa de radio. Seguro que le va a dar un espacio para que difunda esta idea, si lo convence a El, Ramírez no va a tener mas remedio que ir adelante o dar una explicación. Ya se lo llamo”.

La “radio” era una casita de barrio sin revoque en medio de la nada con una larga antena. En la antesala una recepcionista morochita con un piercing en la nariz mascaba chicle y trataba de entender las explicaciones de Pepe mientras escuchaba música a todo volumen con un par de auriculares. Tras una ventana interna, se veía como un par se sujetos uno obeso y el otro mas delgado en mangas de camisa sentados frente a una mesa le hablaban a los gritos al micrófono.


Luego de intentar hacerse entender durante largos minutos, logró milagrosamente que la mujer saliera de su autismo musical y le dijera casi con desprecio “Hable con el productor, yo no tengo nada que ver con eso”

El “productor” era un chico delgado, apenas salido de la adolescencia con la cara repleta de acné e impavidez. En medio de algunos llamados telefónicos logró explicarle su necesidad de hablar con Parenti. Le dio una de las carpetas el cual, muy a desgano, hojeó distraídamente mientras atendía otro par de llamados. El sujeto mas obeso de los dos que se encontraban dentro, asomó medio cuerpo y como si Pepe no existiera le dijo al chico “Che, Boludo, te dije hace media hora que me lo llames a Cacho”, y cerró la puerta.

Pacientemente, aguardó otros cuarenta y cinco minutos de espera.

Terminó el programa y el chico juntó los papeles y siguió actuando como si el no estuviera presente. De adentro del “estudio” salieron los dos periodistas, saludaron con un ademán con la cabeza y siguieron de largo. Decidió correrlos. Logró alcanzarlos en la puerta, justo cuando subían a al auto. Con gesto de fastidio, el gordo se detuvo y lo escuchó. Pepe, en dos minutos, hizo un resumen brillante de su proyecto, destacando todas las ventajas, y describiendo en pocas palabras los aspectos más importantes del mismo y todas las posibilidades de futuro. El periodista meneaba la cabeza con desdén. Cuando Pepe finalizó le dijo: “Sabe lo que pasa amigo, Ud. ya habló en varios lados sobre esto, yo no puedo ya promocionarlo como algo propio, no es una propuesta del programa”


Pepe entrecerró los ojos sin entender, el otro prosiguió, “En el club ya se comenta sobre su proyecto y todos saben que es todo idea e iniciativa suya, a mi no me sirve esto. Yo necesito vender cosas como si nosotros las impulsamos, tienen que ser idea mía, por desgracia no puedo hacer nada por Ud., hubiera venido antes”. Subió a su vehículo y partió raudamente.

Quedó parado en la vereda, casi sin reacción, nunca en su vida se había sentido con una sensación tan profunda de derrota y humillación. Dos hombres, de aspecto humilde lo miraban tristemente. Uno de ellos, con una sonrisa franca le extendió la mano. “Disculpe, no pude dejar de escucharlo”, Pepe devolvió el saludo. Un poco de calidez, tras tanto maltrato y frialdad, no venían mal.

Se presentaron como el Presidente y el Vicepresidente del Club “Redes del Sur” de Temperley. “Tenemos un programa de radio y difundimos nuestro trabajo. Contamos con treinta chicos carenciados a los cuales les enseñamos Básquet y estamos juntando para cambiar algunas baldosas y un caño de desagüe” le contaron. Poco a poco el interés de Pepe comenzó a crecer.

DIEZ AÑOS DESPUES...

El hombre, de un salto, alcanzó a subir al tren justo antes que las puertas se cierren detrás suyo. Era alto, desgarbado y su mirada evidenciaba una tristeza infinita. Se acomodó como pudo entre la gente apretujada y sacó de un bolsillo un arrugado diario local extendiéndolo en el suplemento deportivo. La noticia en página central era llamativa.

REDES DEL SUR A LA LIGA NACIONAL
El modesto club de Temperley alcanzó anoche una resonante victoria logrando el ascenso a la máxima categoría del Básquet Argentino. Miles de aficionados dieron la vuelta olímpica en el moderno estadio cubierto inaugurado el año anterior. En emocionadas declaraciones su presidente el Sr. José Amalficele agradeció….

El hombre alto y desgarbado perdió interés. Sus ojos fueron hacia un rincón de la hoja, a una noticia en letras muy chicas y casi escondida.

Temperley lejos de la clasificación.
El Celeste perdió de local frente a Flandria y de esta manera se alejan sus posibilidades de pelear por un ascenso a la B Metropolitana..

O QUIZAS….

Ramírez, sorprendido y emocionado leyó el proyecto y palmeó a Pepe en un hombro. “Amigo Ud. es un Celeste de Ley, no importa quienes son sus amigos, vamos ya a mi oficina y me lo explica con todo detalle”. “Carlos, llamá por favor a todos los muchachos que tenemos algo muy importante que tratar”. Ambos sonrientes ingresaron en la Presidencia.

DIEZ AÑOS DESPUES – VERSION DOS

La tapa del Diario Deportivo a todo color decía

EL CELESTE SE AFIRMA EN LA PUNTA
El campeón del torneo pasado Temperley venció a River en el Monumental y estira la ventaja sobre sus perseguidores…

2 comentarios:

. dijo...

Es sin dudas y a simple vista, una descripción de lo que pasó con el Doctor Diego Molea, una lástima que haya recibido tan mal trato de parte de los dinosaurios del club, sino hoy ya estariamos peleando el ascenso al Nacional.
Pero una parte está mal, que es justamente que Molea sigue siendo hincha de Temperley, y no se fue a otro lado, como decian los que lo acusaban de empresario.
Lo que se perdieron muchachos

Anonymous dijo...

Quien es el Doctor Molea y que fue lo que pasó ?

Perdón que pregunte pero es que vivo en España y me entero de muy poco de lo que pasa en el club.

Estan tan mal las cosas ? Hay tanta mediocridad ?