Mirá que de vueltas que tiene la vida.
A veces te lleva para lados impensados y otras sentís como si ya hubieses estado antes. Un sábado con sol y la ansiedad de llegar antes que salgan los equipos a la cancha.
Mirar desde la base de la tribuna buscando las caras conocidas. Alejarse de la barra brava para no correr riesgos, pero mirando con asombro las cosas que son capaces de inventar esos tipos.Saludar a los desconocidos de siempre, con los que lo único que nos une, es el sufrimiento de un partido más.
Averiguar como formamos, porqué no juega tal o cual, lamentarnos que todavía no está en condiciones fulano, y saber que los rivales seguro que nos llevan algunos puntos en la tabla.
Asegurarnos que vemos bien, que ningún parante, bandera o cabezón puede taparnos la visual.
Aplaudir cuando sale el equipo, olvidándonos que el sábado anterior teníamos ganas de matarlos.
Tirar papelitos ( no, esto se lo debemos a Clemente, no viene de tan lejos ).
Cantar el grito de guerra, con el brazo derecho agitándolo al ritmo de cada sílaba.
Y después sufrir, distraerse, putear, aplaudir, distraerse, reír, cantar, distraerse, asesorar al 9 sobre como pegarle estando solo frente al arquero, agarrarse la cabeza por el 0-1 en contra, y distraerse…
Subir y bajar las tribunas, la coca del entretiempo. Seguimos a la hinchada o nos quedamos en la sombra ?…nos quedamos en la sombra. La ilusión de la varita mágica que transforme al equipo para el segundo tiempo.
Volver a aplaudir cuando sale, olvidándonos que hacía 15 minutos teníamos ganas de matarlos.
Y otra vez sufrir, distraerse, cantar, aplaudir, y vino el gol. Con la rodilla o el muslo, en contra o de casualidad, entre las piernas del arquero o en off side, es decir, “un golazo”.
Ahora empieza todo de nuevo, somos los mejores, no entendemos como estos rivales están terceros en la tabla, el referí no puede dirigir ni un partido de metegol y se merece una puteada, ahí va…
Pero se terminó, y aquí no ha pasado nada. Tenemos que pensar en cambiar varios jugadores, el director técnico no existe, pero igual es nuestro equipo, y cueste lo que cueste, arriba los celestes !!!
Salimos, compramos los mejores cucuruchos con maníes del mundo, y volvemos a casa. En bicicleta o caminando, imaginándonos lo que hubiese pasado si el 9 no le pagaba con el tobillo, pensando lo que vamos a hacer a la noche, y convencidos que el próximo partido de local, todo va a ser distinto…
Yo me acuerdo, tío.
¿Te vas a acordar, sobrino ?
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